Diariamente el islam produce mártires cristianos. De vez en cuando salpica la sangre en Occidente, y no es otra cosa que “una excepción” a la “religión de paz”. Francia ha hecho su máximo esfuerzo por recibir con brazos abiertos a los musulmanes, al igual que toda Europa. Hoy – igual que ayer y que mañana – pagan las consecuencias de su progresismo. Esta vez le tocó a la iglesia de Niza, donde un musulmán mató a tres personas con un cuchillo, y a una de ellas (una mujer anciana) la degolló. Sin embargo, si escogemos ver esto desde el punto de vista político, yo al menos que estoy en Latinoamérica, no pasaría más que como una tragedia humana que lamentar, que ocupará las noticias a lo mucho por dos días y ya está. Pero dado que soy católico, la tragedia se convierte en un ataque directo a la fe, que, por ese misterio de la comunión por el bautismo, hace que se sienta un dolor particular, porque hermanos míos fueron asesinados y degollados por el odio al Nombre de Jesucristo. Dolor para nosotros y gloria para ellos, porque han lavado sus vestidos con la Sangre del Cordero, y en cuestión de segundos engrosaron las filas de esa multitud que está delante del trono con palmas en las manos (Ap 7, 9)

Al grito de “Allahu akbar”
Éstas son las palabras que muchos cristianos escuchan por última vez antes de encontrarse con su Señor, y es una expresión de fe del islam que significa “Alá es grande”. ¿Éste es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el del Antiguo Testamento? ¿El mismo Dios que nos creó por sobreabundancia de amor? Mahoma creía que sí. Sin embargo, por allá por el año 622 Mahoma no abrazó el cristianismo, sino que decidió mezclarlo con partes del paganismo y del judaísmo, para crear una nueva religión cuyo principal móvil era la expansión territorial y la conquista a golpe de espada. Quienes hoy gustan de vivir en una nube de algodón de azúcar, soñando que el islam es una religión de paz, y que éstos atentados no son más que hechos aislados, porque conocen a tal o cual persona que es musulmana y que es muy pacífica, sépanlo, desde sus orígenes, siempre ha sido lo que es y no puede ser otra cosa.
¿Esto quiere decir que todos los musulmanes son terroristas? Ciertamente no, pero sí quiere decir que aquellos que lo son, están siendo fieles a su religión. Y mientras no entendamos esta cruda verdad, seguiremos intentando ingenuamente un diálogo con personas que no han sido formadas con una mentalidad occidental, que tienen el espíritu de guerra y conquista en la sangre, que no conocen de democracias o repúblicas, sino de teocracias y dictaduras, y que no les interesa integrarse a una cultura, sino acabar con ella para imponer la suya, porque a diferencia del cristianismo, el concepto de “inculturación” no existe en el Corán ni en ninguna de sus interpretaciones. Y esto, para quienes osan interpretarlo, porque, sepan ustedes, que la interpretación del Corán es considerada una blasfemia.
El hombre occidental se rasca la cabeza tratando de entender escandalizado, porqué el islam no entiende de diálogo interreligioso, porqué cuando les abrimos las fronteras como refugiados se portan peor que los ciudadanos legítimos. Y la respuesta a estas preguntas es tan sencilla, que muchos se resisten a creerla: el islam no es una religión de paz. Quien afirme lo contrario, miente, por mala fe o por ignorancia, pero en nuestros tiempos de CNN y “fraternidades universales”, prefiero creer que es la segunda.
Para quienes gustan de invocar las Cruzadas para tratar de justificar la barbarie islámica, que sepan que fueron una respuesta a la masacre e invasión islámica de los lugares santos. Gracias a esas cruzadas aún podemos visitar Jerusalén y los lugares de la vida de Nuestro Señor. Sin embargo, cabe aclarar, que no es el modus operandi del cristianismo, porque no buscamos ninguna expansión terrena, porque nuestra patria no está aquí. Además, el “extremismo” en la Iglesia, solo puede llevar al martirio.
Occidente renace o termina de morir
Europa nació bajo el signo de la cruz y toda su cultura puede ser entendida sólo en referencia al cristianismo, sin el cual, no tienen raíces. Ésta es justamente la peor parte, que en el momento en que se renuncia a vivir bajo la cruz de Cristo, Europa (y con ella lo que queda de occidente) está destinada a vivir esclavizada bajo la sombra de la medialuna. El feminismo sueña con un mundo sin patriarcado y los colectivos LGBTI con un mundo arcoíris, pero lo que nos enseña la historia del islam, es que allí donde han pisado no vuelve a crecer hierba. Y esta precisión la hago, porque muchas veces son estas minorías las que atacan a la Iglesia y favorecen al islam. Que sepan que el patriarcado del islam no es el de la Iglesia. Que en el islam no existe un san José ni la figura de un Papa, de un padre espiritual. Lo que hay es un hombre que puede estar con todas las mujeres que pueda mantener, y que puede golpearlas cuando “se lo merezcan”. Que los colectivos de género se vayan enterando, que, en el mundo musulmán, al homosexual no se lo trata con respeto y compasión como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, sino que se los tira por los balcones para que mueran con la caída. En fin, soy consciente de que a estos colectivos no se les puede pedir un análisis histórico y mucho menos filosófico. Sólo saben de revoluciones y en ellas perecerán.
Me quedo con lo dicho por el Card. Robert Sarah, un obispo de esos que nos hacen falta, de los que conocen las dictaduras en carne propia y que no les tiembla la voz para denunciarlas:
“El islamismo es un fanatismo monstruoso que debe combatirse con fuerza y determinación. No detendrá su guerra. Lamentablemente, los africanos lo sabemos demasiado bien. Los bárbaros son siempre enemigos de la paz. Occidente, hoy Francia, debe comprender esto”
Este hombre será como la voz en el desierto. Dios quiera que esa voz retumbe, si no es mucho pedir, por los pasillos del Vaticano.
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