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Una reflexión sobre la enfermedad...

Foto del escritor: Steven Neira Steven Neira

El día de ayer pasé un San Valentín bastante particular, ya tenía todo listo, reserva hecha en restaurante, flores compradas y perfectamente escondidas (porque mi esposa tiene una curiosidad que ni les cuento) y en la noche lasagña con baile, pero Dios tenía en su Divina Providencia el permitir algo distinto para ese día: resulta que me agarró una fiebre de 39°C, con tos, malestar y todas las plagas juntas. Alcancé a ver las flores con esfuerzo, se canceló la reserva y nos pasaron dejando lasagña por la casa (porque no pudimos ir al baile) y entre mi desesperación de que se me iba el aire por momentos y la sensación terrible de malestar general, trataba de recordar un artículo que leí hace mucho tiempo en donde un doctor relataba con terminiología médica y explicaciones científicas el paso a paso de la Pasión del Señor hasta llegar a la muerte en la Cruz, y recuerdo vivamente la descripción de Jesús clavado en la cruz y muriendo por asfixia debido a la posición en la que se encontraba, esto me calmó un poco la ansiedad (por la sensación de falta de aire) y a la vez me ayudó a redirigir la intención con la que estaba viviendo esta enfermedad. ¿Que si me quejé? ¡Por supuesto, mi esposa lo sufrió! Sin embargo, por momentos redirigía mi intención a ofrecerlo al Señor.


Esto es lo curioso de la fe católica, y es que se hace vida en las cosas humanas del día a día. No se trata de "lindas ideas" que le sirven al moribundo para morir en paz o al que pasa una desgracia para encontrar consuelo... que sí, también la fe hace estas cosas, pero es mucho más que eso. Dios envió a su Hijo para hacerse hombre en el seno de la Virgen y Él ha abierto para el ser humano un abanico infinito de posibilidades que le dan a nuestra vida ordinaria un carácter extraordinario. Y esto incluye la enfermedad y el sufrimiento que son realidades propias e irrenunciables del hecho de ser humanos. Por eso, se me hace absurdo el planteamiento de ciertas sectas que proponen una vida "sin sufrimiento" o aquellas prácticas orientales que buscan aislarnos de la realidad del dolor a base de "huir" a una realidad distinta que la terrena.


Se me viene ahora a la mente una cita de la Carta Encíclica "Salvifici Doloris" de Juan Pablo II sobre el sufrimiento: "Todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo". Y bajo esta lógica, quienes pasan -o pasamos- momentos de enfermedad, sufrimiento o dolor, al unirlo a la cruz de Cristo, el dolor y el sufrimiento adquieren un sentido totalmente nuevo que permite a Dios que saque grandes bienes de un mal relativo, como es el caso de la enfermedad.


Es dificil abrazar estas verdades de fe cuando estamos muy apegados a los criterios de este mundo, incluso podría parecernos ridículo o alejado de la realidad, sin embargo, no hay cosa más real y verdadera que la fe. En efecto, este mundo físico obedece a su vez a una realidad metafísica que no vemos y que hace que las cosas sean lo que son. Que no vemos cómo el acontecer de mi historia, la tuya y la de los demás está intimamente unida o cómo las distintas situaciones que Dios causa o permite tienen una intención específica que redunda en nuestro máximo bien, nada de esto quiere decir que la Divina Providencia no esté constantemente actuando en nuestra vida, porque no creemos en un Dios "relojero" que hizo el mundo y lo dejó andando, sino que, creemos firmemente en el Dios que nos reveló Cristo: un Dios que es Padre y que se preocupa por sus hijos al punto de tener contados los cabellos de su cabeza.

 
 
 

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