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Foto del escritorSteven Neira

Navidad: cosa de niños

Como cristianos siempre tenemos el riesgo inminente de "acostumbrarnos a Dios", sobretodo cuando le tratamos a diario, entre los sacramentos, la oración personal, las devociones y tantos otros momentos espirituales, y la celebración de la Navidad no se escapa de este riesgo, de hecho, el riesgo es mayor debido a los apuros capitalistas a los que nos tiene acostumbrada la sociedad actual. Porque entre "amigos secretos", cenas y organizaciones de eventos, no queda tiempo ya para rezar, no queda tiempo para contemplar el misterio, básicamente el Adviento es un "conteo regresivo" de la cena familiar y los regalos. Sin embargo, nuestra preparación interior - o nuestra falta de ella - no condiciona en nada el acontecimiento que celebra toda la Iglesia: la encarnación del Verbo, el nacimiento del Hijo de Dios de las entrañas de la Virgen Santísima.


Escribo esto mientras escucho villancicos y el caer de la lluvia, tratando de contemplar el pesebre no con ojos superficiales, sino con los de la fe, y debo reconocer que empieza a tener total sentido aquello de que el Reino de Dios será para aquellos que son como niños (Mt 18,3), no por la mentalidad infantil o por la falta de seriedad - que creo que los niños toman mucho más en serio el mundo espiritual de lo que lo hacemos los adultos - sino por la plena y absoluta confianza en la autoridad que viene de quien nos manifiesta un amor absoluto. Así son los hijos con sus padres (con los buenos padres), y así nos pide el Padre Dios que seamos con Él.


Es en esta actitud, y creo yo, que sólo y únicamente en ésta actitud, es posible contemplar el misterio de la Navidad sin desperdiciar el caudal de gracias que el Cielo derrama en este Tiempo. Yo por mi parte, vivo la constante frustración de que cada año intento vivir la celebración de este Tiempo de una forma y termino viviéndola de otra, sea por el apuro de terceros, por los compromisos familiares o por las ocupaciones diarias, pero debo reconocer que la culpa no recae en los terceros, ni en la familia ni en las ocupaciones, sino en la disposición interior. Después de todo, el Señor está siempre bien dispuesto a conceder todas las gracias necesarias para la conversión, la santificación y el encuentro con El.


Ser como niños es uno de esos desafíos radicales que nos plantea el Evangelio, que más allá de la retórica y la poesía, plantean un verdadero sacudón al intelecto y la voluntad, no porque el misterio de la Encarnación sea irracional, sino porque el hecho de que Dios haya irrumpido en la historia en un momento específico y en un lugar concreto, tomando naturaleza humana sin dejar de ser Dios, naciendo de una Virgen sin detrimento de su virginidad, pero además, de manera silenciosa y desapercibida, es cosa que va más allá de la razón, es cosa que le corresponde a la fe.





Nos queda todavía la Octava de Navidad...



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