Miles de veces las Sagradas Escrituras han sido blanco de arduas y calurosas discusiones, así como también causa de grandes divisiones entre personas de distintas denominaciones cristianas y no cristianas, más aún, se ha convertido en el arma letal de todo protestante que asalta al católico – cuando no, desinformado – con la frase que hace temblar hasta al más docto: “Y dónde dice en la Biblia que…” Normalmente a esta pregunta se enfrenta otra: “¿Dónde dice en la Biblia que todo está en la Biblia?”, sin embargo en este artículo quisiera ir mucho más allá, para analizar un aspecto mucho más a fondo.
¿A MÍ LA BIBLIA ME DICE QUE…?
Ciertamente, en ningún lugar de las Sagradas Escrituras se atribuye la autoridad de ser Palabra de Dios a sí misma, y aunque lo hiciese, nosotros no tendríamos motivo alguno para creerlo así, si es que no hubiese sido por una autoridad que venga de fuera de las mismas Escrituras. Las Sagradas Escrituras tienen una doble autoridad:
Autoridad humana: por cuanto son libros históricos que han llegado hasta nosotros de manera íntegra, es decir, sin ningún cambio sustancial. Además de que, quienes los han escrito han sido testigos oculares de los hechos que relatan, así como también no han sido engañados ni pretenden engañarnos.
Autoridad divina: Por cuanto los autores han sido inspirados por el Espíritu Santo.
Hemos de comprender que la Biblia tiene dos autores, Dios y el hombre, sin embargo, su interpretación queda estrictamente confiada a la Iglesia que Cristo ha fundado, de allí que, fuera del marco de la Iglesia no puede comprenderse a plenitud lo que las Escrituras quieren decir. Tanto así, que las mismas Escrituras dejan muy claro que ninguna profecía es de interpretación privada[1]. Pero, si no es de interpretación privada… ¿quién la interpreta?…
LA IGLESIA, DEPOSITARIA DE LA FE
La Iglesia como columna y fundamento de la verdad[2] es la única con la autoridad dada por el mismo Cristo, para interpretar las Escrituras, por un motivo muy sencillo: en la Iglesia se mantiene intacta la sucesión apostólica, que no es otra cosa que, la línea ininterrumpida de sucesores de los Apóstoles hasta nuestros obispos actuales. Justamente, esta integridad y conservación de la sana doctrina es lo que ha mantenido – muy aparte de la promesa del mismo Cristo de quedarse con nosotros hasta el final de los tiempos – a la Iglesia en pie después de veintiún siglos.
La premisa protestante de rendir ciegamente todo el juicio a la literalidad de las Escrituras es una postura errada absurda e incompleta, siendo que está desligada de la Tradición y de la Iglesia de Cristo. Esto es lo que muchas veces lleva a fundamentalismos vergonzosos o actitudes fanáticas desencarnadas de la realidad… ¿qué más se podía esperar si baso toda mi vida en un Libro cuya autoridad se la adjudico al mismo Libro y de paso tengo cancha abierta para interpretarlo yo mismo?
“El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado solo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo, es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.”[3]
¿LA BIBLIA ES PALABRA DE DIOS PORQUE LA BIBLIA LO DICE?
“No creería en el Evangelio, si no me moviera a ello la autoridad de la Iglesia Católica”[4]
Ésta es una afirmación que haría saltar a cualquier protestante de su asiento, sin embargo nos evidencia una verdad hermosísima. Nosotros los católicos creemos que la Biblia es Palabra de Dios, no solamente porque “es Palabra de Dios” (éste es el único argumento que poseen quienes hacen uso de las Escrituras sin ser católicos), sino porque la Iglesia posee la Tradición Apostólica y la autoridad dada por el mismo Jesucristo, por la cual nos asegura que todo cuanto se contiene en las Escrituras es verdadero. En otras palabras, el argumento y fundamento de la veracidad de las Escrituras está fuera de las mismas y reside en la autoridad de la Iglesia, mientras que, para cualquier otra denominación fuera de la Iglesia de Cristo, el fundamento que les asegura la veracidad de las Escrituras es… las mismas Escrituras. Justamente eso – más la interpretación libre y personal – es lo que ha llevado a las grandes confusiones.
En otras palabras, yo muy bien podría escribir un libro y decir que Dios “me dijo” que lo escriba, y que por tanto todos tienen que creerme porque es “palabra de Dios”. ¿Cómo se distinguirían los Libros que componen la Biblia, de ésta situación? ¡Sencillo! Cristo es el Hijo de Dios, el Mesías, y por tanto Dios (Nace de una Virgen, obra milagros, cumple las profecías y resucita). Luego, Cristo funda una Iglesia y le concede la autoridad de atar y desatar en el Cielo y en la Tierra[5], ergo, creo que la Biblia es Palabra de Dios porque así me lo asegura Cristo en Su Iglesia.
Frente a la pregunta de: “¿Dónde dice en la Biblia que…?”, hemos de saber que invocar a la Biblia como única fuente de autoridad, es un error. Ya lo dicen las mismas Escrituras, que no todo está contenido en ellas[6]. Más aún quienes la citan como fuente de autoridad muchas veces ni siquiera comprenden de dónde viene esa autoridad que tan orgullosamente invocan, y mucho menos sospechan que la Biblia tiene copyright católico. Sin embargo, es deber del cristiano tener presente y claro todo esto, de manera que no se confunda ni permita que otros confundan. La Iglesia no nace de la Biblia, la Biblia nace de la Iglesia.
[1] 2 Pe. 1, 20
[2] 1 Tim. 3, 15
[3] Catecismo de la Iglesia Católica, 85
[4] San Agustín, Contra epistulam Manichaei quam vocant fundamenti, 5, 6: PL 42, 176
[5] Mt. 16, 18-19
[6] Jn. 21, 25
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