No faltará quien acuse a la Iglesia Católica de añadirle libros a la Biblia. Esto, no sólo que no es cierto, sino que la persona que lo dice no es el candidato adecuado que buscas para estudiar historia. Recomiendo de una vez, que estudies por ti mismo, pues de entrada se nota que la historia no es el fuerte de esta persona. Es verdad que la Biblia Católica tiene más libros (73) que la Biblia Protestante (66). Ambos tienen 27 Libros en el Nuevo Testamento; El problema aquí es con el Antiguo Testamento.
Los Libros faltantes (del Antiguo Testamento, aclaro nuevamente) son Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, I y II de Macabeos, y partes de Ester y Daniel. Dado que la Biblia que poseemos no nos calló del cielo ya cubierta de cuero, es importante que entendamos de dónde salió históricamente y porqué la Iglesia Católica enseña que los 73 libros traducidos de las Sagradas Escrituras no son sólo “preferibles” sino inspirados.
“Los libros inspirados enseñan la verdad. Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra”.[1]
¿PERO PORQUÉ TENEMOS MÁS LIBROS?
Primero, debemos comprender que existen dos cánones[2] diferentes del Antiguo Testamento: el Canon Palestino (El Antiguo Testamento Protestante) y el Canon Alejandrino (El Antiguo Testamento Católico). El Canon Palestino fue escrito en hebreo y el Alejandrino en griego. La pregunta aquí es, ¿cuál usó Jesús?
Para el tiempo en que Jesús había nacido, el hebreo se convertía en una lengua muerta; Jesús, por otro lado, hablaba arameo (como la mayoría de judíos palestinos). A medida en que el griego se convertía en el lenguaje dominante y más utilizado, un grupo de 70 judíos entre los años 250-125 A.C. crearon una traducción de la Biblia hebrea a la lengua griega. Esta traducción se conocía con el nombre de La Septuaginta; la palabra “septuaginta” significa setenta en latín, por lo que también es conocida como La Biblia de los Setenta.
Volviendo al tiempo en que Cristo nace, el griego era la lengua común del mundo Mediterráneo y la Septuaginta era bastante popular. Esto quiere decir que tanto Jesús como los autores del Nuevo Testamento, estaban bastante familiarizados con esta versión de Los Setenta. De hecho, la Septuaginta era el Antiguo Testamento que los escritores del Nuevo Testamento utilizaban con mayor frecuencia como referencia en sus Libros respectivamente (hay más de 300 alusiones a la Septuaginta en el Nuevo Testamento y sólo 30 referencias al canon hebreo). Y tampoco podemos olvidar el hecho de que, el Nuevo Testamento fue escrito en griego.
El Canon Palestino tiene su origen hacia el año 70 de la Era Cristiana, cuando un grupo de fariseos escaparon de Jerusalén y se reunieron en Yamnia para fundar una escuela, para luego, en el año 95 llegar a la conclusión de un nuevo canon, restando libros de las Escrituras (El Canon Palestino)[3]
Este canon del Antiguo Testamento – el Canon Alejandrino de 46 libros – fue aceptado como el canon oficial durante 1500 años, hasta antes de la “Reforma” Protestante. En 1529, Martín Lutero (un monje católico que es ahora conocido como el “padre” de la Reforma Protestante) decidió utilizar el Canon Palestino (con 39 libros) como su canon oficial para el Antiguo Testamento.
La gente (entiéndase protestantes al decir “gente”) acusa con frecuencia a la Iglesia Católica de añadir libros a la Biblia, pero según lo expuesto, fue un grupo de rabíes judíos quienes removieron libros de la Biblia, y Martín Lutero fue quien aceptó la eliminación de dichos libros. De hecho, Lutero quiso remover más libros de la Biblia – así es, no bastaba con los anteriores –, el Libro de Santiago y el Apocalipsis… cuestión que es por demás contraria a la Biblia y condenada por San Juan en el mismo Apocalipsis[4].
LA PREGUNTA ES SENCILLA…
Lo que realmente debemos preguntarnos aquí es, si habremos de utilizar el canon del Antiguo Testamento al que se hizo referencia y fue citado y leído por los apóstoles y los autores del Nuevo Testamento, o el Antiguo Testamento recopilado por un grupo de fariseos que a fin de cuentas habrían de negar luego a Jesucristo.
En sencillas y pocas palabras (esas que son perfectas para el buen entendedor), quien sostiene una Biblia Católica, tiene en sus manos el guión original, con todo el material y los special features; mientras que, quienes tienen una traducción no católica son como esas películas que han sido editadas y redimensionadas para que puedan caber en la pantalla.
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, 107
[2] En el ámbito bíblico, el canon se refiere al conjunto de libros que la tradición judeocristiana considera inspirados por Dios.
[4] Apocalipsis 22, 18-19
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