top of page
Foto del escritorSteven Neira

“Hechos a imagen y semejanza de Dios” ¡El grito contra el igualitarismo!


ap-1591101df

A diferencia de todo lo que Dios ha creado, fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios – así nos lo repiten en la catequesis –, es decir que somos seres únicos en la creación. Somos capaces del autoconocimiento, contemplación y reflexión. Sólo a los seres humanos se nos ha dado libre voluntad (la habilidad de determinar nuestras propias acciones) e intelecto (la habilidad de conocer a Dios de una forma personal). Además, a través de nuestras almas inmortales, somos capaces de vivir la vida eterna de Dios. Mientras que la creación fue hecha para los seres humanos, nosotros fuimos hechos para Dios – para conocerlo y amarlo y para entrar en comunión con El. Todas estas cosas nos hacen únicos y revelan lo que significa haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios. De manera que, cuando el mundo progre grite con voz de intolerancia y con un tono de igualitarismo radical, que todos los seres somos iguales, nosotros como cristianos, sabremos con claridad que el Génesis refuta ese criterio en ocho palabras: fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios[1].

NOS GUSTE O NO, SOMOS ÚNICOS

En el Génesis se afirma que fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. Antes de ver el significado de esas palabras, debemos darnos cuenta de que se dice esto solamente de los seres humanos (hombre y mujer). Por supuesto que Dios creó los árboles, los animales, el sol, la luna, pero en las Escrituras, ninguna de estas cosas se dice que fueron hechas a imagen y semejanza de Dios. Este es un privilegio que sólo ha sido dado a los seres humanos. Justamente, por este pequeño detalle, somos fundamentalmente diferentes de todo lo que Dios ha creado.

Primero que nada, cuando Dios hizo al ser humano, le dio el dominio sobre toda la creación. Ahora, para algunas personas ese “dominio” puede sonar como poder irrestricto y autoridad para hacer lo que nos dé la gana con la creación, sin embargo esto es un pésimo mal entendido con respecto a lo que Dios nos ha dado. Mejor dejaré que el Papa lo explique mejor:

“No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada. (…) se ha dicho que, desde el relato del Génesis que invita a dominar la tierra (cf. Gn. 1, 28), se favorecería la explotación salvaje de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como dominante y destructivo. Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la Iglesia. (…) nos invitan a labrar y cuidar el mundo.”[2]

Otra cosa que nos diferencia del resto de la creación es nuestra voluntad e intelecto. Dios nos ha dado a cada uno la libertad de elegir nuestro propio camino y hacer nuestras propias decisiones. No estamos programados para actuar de cierta manera o para tomar ciertas decisiones. Más bien, somos capaces de decidir por nosotros mismos lo que queremos hacer o no. Tomamos estas decisiones por el poder de nuestro intelecto y nuestra habilidad de razonar. No somos gobernados sólo por el instinto – en este párrafo ya pueden ir cayendo las premisas de los animalistas al considerar a los animales como sujetos de derecho y las posturas obsesivas y deterministas de Freud – sino que somos capaces de considerar varias opciones, reflexionar sobre el beneficio o daño potencial de dichas opciones, y luego determinar lo que creamos mejor. Somos capaces de reflexionar sobre el sentido de la vida, la naturaleza del amor, el desafío del sufrimiento y miles de cosas similares. Las hormigas y los pájaros no contemplan este tipo de cosas.

COMPARTIMOS LA VIDA DIVINA

En fin, ¿qué tiene de especial la voluntad y la razón? Nuevamente, así como nuestro dominio sobre la creación es una participación del poder y autoridad de Dios, así mismo nuestro intelecto es una participación en la sabiduría de Dios. Existimos para que Dios pueda compartir Su propia bondad con nosotros. Mientras que toda la creación fue hecha para nosotros, nosotros fuimos hechos para Dios.

Sin embargo, existe otro detalle en esta cita que profundizamos (Gen. 1, 27), en donde dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero inmediatamente le siguen las palabras, “hombre y mujer los creó”. Parte de nuestra semejanza con Dios está en el hecho de que fuimos creados hombre y mujer. A pesar de que hay animales macho y hembra, no tienen la habilidad para amar y sacrificarse el uno por el otro. Esto es algo único en los seres humanos. Hombre y mujer fueron hechos el uno para el otro, de manera que puedan entrar en una comunión de amor. Ésta unión de hombre y mujer está destinada a ser una imagen y prefiguración de nuestra comunión eterna con Dios. Fuimos hechos para relacionarnos, lo que grafica la relación y amor que se encuentra en la Trinidad. Dios mismo es una Comunión de Amor, y fuimos hechos para participar en esa Comunión.

Finalmente, la idea central para entendernos como seres únicos en la creación, es el hecho de que estamos compuestos por alma y cuerpo. Somos seres físicos y espirituales, y por esto, somos capaces de experimentar la vida de Dios de una manera que nada de la creación puede alcanzar. Esta alma es creada directamente por Dios en el momento de la concepción; vive incluso después de que nuestro cuerpo muere, y se reunirá con el cuerpo en la resurrección de los muertos. El hecho de que tenemos un alma inmortal es la llave para entender lo que significa ser creados a imagen y semejanza de Dios. Somos, por naturaleza, creados para vivir para siempre. Solo la humanidad es capaz de estas cosas.

Esto no es otra cosa que un grito en favor de mi especie, en medio de un mundo relativista que detesta las desigualdades y está obsesionado por el igualitarismo radical. De manera que podamos comprender que somos únicos, no por nuestros méritos – que poco o nada tenemos por haber maltratado la creación – sino por pura sobreabundancia de amor de parte de Dios.

 

[1] Gn. 1, 27

[2] S.S. Francisco, Carta Encíclica “Laudato Si”, 67

8 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Commentaires


bottom of page