Muchas veces sucede que, ante el testimonio claro de un cristiano en el ámbito público, hay quienes se sienten un tanto interpelados – no encontraba otra palabra, disculparán – por su actuar, por su fe o por intervenir en clase cuando el profesor ateo le viene en gana el atacar a la Iglesia. Ante esta realidad muchos adoptan posturas defensivas u ofensivas que intentan cuestionar la manera de actuar del cristiano coherente, aduciendo que su actitud es “ofensiva” o que “pretende ser dueño de la verdad”. Finalmente, es cuando algunos lanzan la pregunta: “Y entonces, ¿si no soy cristiano no me salvo?”
Primero lo primero
Antes de contestar la pregunta en cuestión, hay que aclarar un punto importantísimo. Si los “no cristianos” van al Cielo, sería posible sólo y únicamente por la salvación, vida, muerte y Resurrección de Jesucristo. Es decir: Jesús es la fuente de nuestra salvación, y es el único camino para llegar al Padre, además de ser el único Salvador. Esto quiere decir que cualquiera que se salva se salva a través de Cristo. Jesús no es el camino al Cielo sólo para cristianos; Él es el camino al cielo, punto.
Esto tan sólo para tener en cuenta que, si los “no cristianos” llegan al Cielo, no es porque encontraron otra forma o alguna “puerta secreta trasera”. El Cielo es posible solamente a través de la obra salvadora de Jesucristo y el regalo de la gracia que viene a través de Él.
A la pregunta…
Con esto en mente, volvamos a la pregunta en cuestión: “¿Hay que ser cristiano para llegar al Cielo?” La respuesta sencilla es NO. Es posible que quienes no profesan formalmente el Cristianismo en su vida, pueden aun así llegar al Cielo. ¿Por qué? Porque Dios es Dios. Nada es imposible para Dios. No podemos pretender saber lo que Dios puede y no puede hacer. Ya nos lo dice Isaías, que no es demasiado corta la mano del Señor para salvar[1]. En este sentido, sólo Dios conoce el alma de la persona. No tenemos la menor y más mínima idea de hasta qué punto alguien ha aceptado o rechazado la invitación a la gracia de Dios.
Por otro lado – y cabe aclararlo –, esto en ningún momento insinúa que “da lo mismo ser cristiano o de cualquier otra religión”, ya que sería una incoherencia con respecto a lo que nos enseña el mismo Cristo y los Apóstoles, puesto que no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos[2].
Es importante recordar que, a pesar de que la Iglesia desde siempre ha venido haciendo un gran esfuerzo por potenciar el Ecumenismo, esto no implica en ningún momento el “negociar” la doctrina o “aceptar” posturas filosóficas extrañas al Cristianismo, sino que, está abierta a un acercamiento y un diálogo con aquellas religiones que buscan a Dios sinceramente, y a las cuales también se les debe anunciar la vida, pasión, muerte y Resurrección de Cristo.
Finalmente
“Aquellos que, sin culpa alguna, no conocen el Evangelio de Cristo o a Su Iglesia, pero que buscan a Dios con sincero corazón, y, movidos por la gracia, tratan en sus acciones de hacer la voluntad de Dios como lleguen a conocerla a través del dictado de su consciencia – éstos también pueden alcanzar la salvación eterna.[1]
Es decir, aquí entran todos aquellos ejemplos referidos a las personas que nacen en un ambiente familiar abismalmente distinto al Cristianismo y a sus tradiciones, como por ejemplo, un chico que ha nacido y crecido en un ambiente de tradición hindú y al cual jamás en su vida se le ha anunciado el Evangelio de Cristo. Según lo que nos indica la Lumen Gentium y muchos otros documentos de la Iglesia, ésta chico, si es fiel a su consciencia y busca rectamente el bien y la verdad, puede salvarse, sin que esto desmerezca la necesidad de que el Evangelio sea anunciado a todos los rincones de la tierra.
[1] Lumen Gentium, 16
[1] Isaías 59, 1
[2] Hechos 4, 12
[3] Lumen Gentium, 16
Comments