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Foto del escritorSteven Neira

El Sínodo y la inculturación de la fe

La Iglesia en sus dos mil años de historia, ha seguido siempre el mandato de Jesús, de anunciar el Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15), y no siempre ha sido fácil, de hecho, rara vez es fácil. Muestra de ello son los miles de misioneros que han muerto mártires en tierras de misión, con el único celo de que el Nombre de Jesucristo sea conocido en los confines de la tierra. Sin embargo, una nota distintiva de la evangelización, ha sido lo que San Juan Pablo II acuñó como

“la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas y al mismo tiempo la introducción de estas culturas en la vida de la Iglesia” (Slavorum Apostoli, 21).

Inculturación de la fe en tiempos apostólicos

La inculturación no es algo inventado por los últimos Papas. Ya las primeras comunidades cristianas tuvieron grandes y dolorosas tensiones debido al choque cultural entre las propuestas del cristianismo y el judaísmo. Hubo un tiempo en que, para ser cristiano, primero había que hacerse judío y observar una serie de normas de la ley mosaica, de manera que, los cristianos que provenían de la gentilidad (no judíos) tenían que someterse a todas estas normas, no sin grandes dificultades, sobre todo con aquella de la circuncisión (comprenderán ustedes que, una pequeña incisión en el prepucio, no era necesariamente algo atrayente para los no judíos) que debía hacerse por norma religiosa, como signo del pacto entre Dios y Abraham (Gn 17, 10).


No les alargo el asunto. Fue necesario un Concilio en Jerusalén para zanjar la cuestión. Quedó suprimida la obligatoriedad de seguir ciertas normas (circuncisión, prohibición de comer cerdo, etc.) para los nuevos cristianos y la tensión quedó por escrito en el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles. De esta manera, el cristianismo fue acogido en nuevas culturas sin perder su esencia.


Inculturación en la evangelización de América[1]

Los filólogos (estudiosos de la estructura y evolución de las lenguas) les deben mucho a los misioneros españoles, puesto que, al llegar a estas tierras, no sólo que dieron forma escrita a lenguas autóctonas, sino que, ni bien desembarcaron a las Indias Occidentales, hicieron buenos diccionarios y dieron sintaxis a las lenguas indígenas. Cada vez que alguien le proponía a Felipe II la promoción del castellano, se negaba, insistiendo en la necesidad de comunicarse con los nativos “en su propia lengua”.


Sin embargo, esto no implicaba dejar a los nativos en la ignorancia de Cristo, o la tolerancia de sus prácticas sanguinarias (arrancar corazones con la víctima aún viva, sacrificar niños, etc.), sino que, gradualmente se les fue anunciando la verdad del Evangelio, y en ningún momento los misioneros se “congraciaron” con ritos paganos o se mancharon las manos de sangre. La línea clara entre paganismo y cristianismo estaba ya fijada por las Escrituras: “No adorarás sus dioses, ni los servirás, ni harás lo que ellos hacen; sino que los derribarás totalmente y harás pedazos sus pilares sagrados” (Ex 23, 24)


Lo sucedido en el Sínodo de la Amazonía


Isidoro Jajoy, un chamán de la tribu Inga, de Colombia, “bendice” a los participantes del Sínodo

Después de este larguísimo e insuficiente preámbulo, es de notar ciertas cosas respecto a lo que está sucediendo en Roma en torno al Sínodo de la Amazonía. Hay una clara intención de tender puentes entre la cultura amazónica y el Evangelio, sin embargo, ciertos actos han hecho muy delgada la línea entre inculturación y sincretismo (tratar de armonizar ideas y corrientes de pensamiento opuestos), por lo que hay ciertas aclaraciones que deberían hacerse:

  1. Proclamar que la tierra es “nuestra madre”, puede entenderse en un sentido figurativo, dado que todos vivimos aquí, sin embargo, para la cultura amazónica, el sentido tiende a ser mucho más panteísta, y como católico, mis conceptos de “maternidad” son bastante definidos: está mi madre que me dio a luz, está la Iglesia que me hizo nacer de nuevo por el Bautismo y está mi Madre la Virgen María, que Cristo mismo me la entregó al pie de la cruz. Andar buscando maternidades fuera de éstas, sería traicionar la fe, reconociéndole además una personalidad y un alma a la tierra.

  2. La inculturación de la fe jamás puede entenderse como “renunciar a la evangelización” de los pueblos. Últimamente, hay misioneros fuertemente influidos por la teología de la liberación, que se glorían de haber estado en tierra de misión sin haber convertido a una sola persona. Se dedicaron a la alfabetización, al agua potable, a la lucha social, pero se olvidaron de presentarles la salvación de Jesucristo.

  3. Arrodillarse ante un ídolo rindiéndole culto de “latría” (adoración sólo debida a Dios), será siempre un pecado, pero, además, si este acto se da en los jardines del Vaticano, también es un escándalo. La vida no se la debemos a la Pachamama, sino al Dios de Jesucristo que es Señor de la Historia.

Recordemos que el mandato del Señor no es sólo a evangelizar, sino a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19). De manera que, hay que rezar mucho por este Sínodo, para que los pastores de la Iglesia sepan escuchar la voz del Espíritu de Dios, no para que crezca una Iglesia Amazónica, sino la Iglesia Universal.

 

[1] Si hay prejuicios respecto a la Conquista Española (nos robaron el oro, malvados españoles genocidas y similares), les invito a leer un artículo donde ya abordé esta Leyenda Negra: https://www.elpatiodelosgentiles.com/post/la-conquista-espa%C3%B1ola-cuando-la-verdad-no-entretiene-como-el-mito

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