Últimamente la búsqueda obsesionada por igualitarismos absurdos ha llevado a muchos a levantar gritos a favor de luchas equivocadas, y como es propio de cualquier ideología contraria al sentido común, a la verdad, bondad y belleza, terminan elevando un grito de rabia y frustración contra la misma naturaleza. Es así, que quienes promueven las relaciones homosexuales, al no encontrar una forma biológica y natural para reproducirse – dado que una nueva vida sólo puede producirse, fruto de una relación heterosexual – buscan métodos artificiales o recurren a la adopción. Esto lleva a muchos a preguntarse a fin de cuentas, ¿por qué Dios nos hizo hombre y mujer? Algunos lo preguntarán por curiosidad y otros en un tono de reclamo, sin embargo, tanto para unos como para otros, ésta es la verdad objetiva e inmutable de la naturaleza que nos remite al Creador.
¿PORQUÉ HOMBRE Y MUJER?
“El hombre y la mujer están hechos ´el uno para el otro´: no que Dios los haya hecho ´a medias´ e ´incompletos´; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser ´ayuda´para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas y complementarios en cuanto masculino y femenino”[1].
Dios nos hizo hombre y mujer para ser un reflejo de Él. Todos sabemos que cuando un hombre y una mujer se unen como una sola carne, esta unión es capaz de dar a luz a una nueva vida. Sin embargo, ¿sabían que ésta unión refleja a la Trinidad? Es una imagen y un signo de Dios, que es una comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo que dan vida. Dios, que se da a Sí mismo nos invita a ofrecernos a nosotros mismos a Él en la fe. Creó seres humanos – hombre y mujer – para que también podamos darnos el uno al otro, y así recibirnos como regalo. Las diferencias entre los sexos no son accidentales, sino que fueron establecidas por Dios para ser un reflejo de Su misma identidad y de la relación a la que estamos llamados a vivir con Él.
LOS DOS RELATOS DE LA CREACIÓN
En el primer capítulo del Génesis leemos cómo Dios crea a los seres humanos. Sin embargo muy pocos saben que en realidad existen dos relatos de la creación. El primero[2] nos dice que Dios lo creó todo en el transcurso de seis “días” y que el hombre fue creado en el sexto y último día de la creación. En este relato está fundamentado el hecho de que el ser humano es único, hecho a imagen y semejanza de Dios. Pero luego inmediatamente dice “Dios creó al hombre a Su imagen, a Su divina imagen los creó; hombre y mujer los creó”. Es decir, de alguna manera el hecho de ser hombre y mujer está relacionado al hecho de ser imagen de Dios.
En el segundo relato[3]tenemos una historia diferente. De acuerdo a esta, Dios primero creó los jardines y luego al hombre (Adán) y lo puse en ellos. Sin embargo, lo interesante aquí es que la Biblia nos cuenta que Dios vio al hombre solo y que aquello no era bueno para él. Así que Dios hace distintas especies de animales, pero ninguno de estos animales parecía ser el compañero adecuado para Adán. Luego Dios pone al hombre en un profundo sueño, toma una de sus costillas, y de ella forma a la mujer (Eva). Cuando el hombre despierta dice, “Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne”.
En ambos relatos de la creación vemos como voluntad de Dios el hecho de que se crearan hombre y mujer. Pero ¿por qué? Bueno, definitivamente no fue porque quería mayor diversidad en Su Creación. Dios hizo hombre y mujer para enseñarnos que fuimos hechos para vivir en comunión. Fuimos hechos con la capacidad de experimentar el amor de entrega con el sexo opuesto. Esto es tanto así, que tan sólo viendo cómo Dios hizo nuestros cuerpos, podemos darnos cuenta que el hombre y la mujer fueron hechos para la unión y comunión del uno con el otro.
EL IGUALITARISMO COMO LA NUEVA TORRE DE BABEL
Por alguna razón esta diferencia no es bien vista actualmente, por la sencilla razón de que nuestra sociedad parece detestar las diferencias harmónicas que existen en el Universo, buscando un igualitarismo luciferino que nos recuerda a la Torre de Babel[4], cuando todos los hombres hablaban un mismo lenguaje y pretendían hacer una torre tan alta, que pueda llegar a la altura de Dios, en otras palabras ser iguales a Dios, o también aquél momento previo a la caída de Adán y Eva, cuando el demonio les alienta a comer del fruto prohibido porque serán iguales a Dios. Sin embargo, las diferencias harmónicas son queridas por Dios, pues son un reflejo de la comunión a la que estamos llamados y el sentido de complementariedad existente no sólo en los seres humanos, sino en todas las realidades en las que existen los opuestos (el bien y el mal, blanco y negro, día y noche, luz y tinieblas, hombre y mujer)
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, 372
[2] Gn. 1, 27-31
[3] Gn. 2, 5-8
[4] Gn. 11, 1-9
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