Primero quisiera aclarar que no pretendo explicar a perfección el Misterio de la Trinidad, ni en este artículo ni en ninguno futuro, porque sencillamente la cabeza no me da para “explicar a Dios”, y dado que ni los más grandes santos han podido hacerlo, ¿qué habría de esperarse de un católico de a pie como yo? Además, que si alguien pudiese explicarlo, no tendría mucho sentido el que la Iglesia lo reconociese como un misterio de fe. Mi intención es más bien aclarar ciertas ideas erradas sobre la Trinidad, además de dar ciertas luces sobre lo que enseña la Iglesia al respecto.
¿QUÉ ES LA TRINIDAD?
La Trinidad es la creencia de que Dios es una “comunión de personas”: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Éstas personas son totalmente distintas una de otra, y a la vez son totalmente uno en la naturaleza divina. En otras palabras, Dios es uno pero no es solitario. Lo importante aquí no es que podamos comprenderlo o que podamos explicarlo, nosotros no lo creemos porque lo hemos descubierto o porque nuestra razón humana así nos lo dice; lo creemos porque Dios nos ha revelado Su identidad.
Lo primero que tenemos que tener en mente es que esto no es algo que la Iglesia lo “descifró”. No es un pensamiento o una idea que muchas personas reunidas consideraron a la luz de ciertos argumentos y evidencias, para luego decir: “¡Ajá! Por supuesto, Dios debe ser Trinidad”. No, esto es algo que creemos basado en la autoridad de Dios que se ha revelado a nosotros. Creemos que Dios es Trinidad porque eso fue lo que Él nos dijo. En tiempos antiguos, muchas personas creían en múltiples dioses. Cuando los judíos decían que creían en “un solo Dios”, era una cuestión sumamente diferente y hasta extraña. Cuando Jesús entra a la escena y nos presenta a un Dios en Tres Personas, la gente empezó a rascarse la cabeza, de manera que la Iglesia (guiada por el Espíritu Santo) nos dio una mano para entenderlo, como siempre suele hacerlo con todas las preguntas teológicas confusas.
Entonces, ¿qué es exactamente la Trinidad? El dogma[1] de la Trinidad dice que Dios, en Su esencia, es una comunión de personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo; todos en una sola naturaleza, pero distintos en cuanto a su relación de Uno con el Otro.
¡VA DE NUEVO!
Si estas teniendo problemas para entender esto no te sientas mal; muchas de las mentes más brillantes de la historia han tenido la misma dificultad. Desde san Patricio que trató de explicarlo con los tréboles (de allí viene la tradición de san Patricio y los tréboles en Irlanda), hasta san Agustín que trató de entenderlo, por lo que un niño – en sueños – le hizo quedar en ridículo al decirle que era necedad de su parte tratar de entenderlo todo, pues es como querer meter el mar en un hueco de arena.
Primero que nada, creemos en un solo Dios, no en tres Dioses, Dios es uno; hay una naturaleza divina (sustancia o esencia). Pero, en esta naturaleza divina subsisten tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta distinción de personas se explica de la siguiente manera: de la esencia divina se dice que hay dos procesiones (de procedencia), de generación y de espiración. Sé que no son dos palabras que solemos usar en una conversación, pero ¡es un Misterio! ¿Qué esperabas, peras y manzanas?
Una procesión es algo que procede de otro. Por ejemplo, cuando hablo, las palabras proceden de mi boca. Ahora, todo lo que exista procede de Dios en el sentido en que todo viene de Él. Pero todas estas cosas son procesiones externas, porque lo que procede de Dios, en este caso, existe fuera de Dios, fuera de la naturaleza divina[2]. Sin embargo, hay dos procesiones de Dios que son únicas porque su procedencia permanece en la única substancia divina. Y así, el Hijo es generado por el Padre, y el Espíritu Santo es espiración del Padre y del Hijo. Es decir, el amor y la unidad que comparten el Padre y el Hijo es la fuente de la segunda procesión. Del amor y la unidad procede un Espíritu que es espirado por los dos.
MATEMÁTICA DIVINA: 1 + 1 + 1 = 1
Ahora, en este punto del artículo, existe una probabilidad muy grande de que aún estén perdidos. ¡Tranquilidad! La idea aquí es, que lo que hace que las Personas de la Trinidad sean Una, es el hecho de que son Uno en la naturaleza divina. Lo que los hace diferentes es la relación única que tienen entre Ellos.
Estas explicaciones acerca de las procesiones divinas (por la que he invocado a todos los santos para poder simplificar) son intentos de explicar cómo Dios puede ser Tres y Uno, pero no quisiera que se malentienda como un intento de “probar” la verdad del dogma de la Trinidad. Aceptamos esta enseñanza no por la fuerza de una explicación, sino por la revelación que hemos recibido de Dios.
En el Nuevo Testamento vemos a Jesús referirse a sí mismo como uno sólo con el Padre[3] y a la vez distinto de Él,[4]y vemos al Espíritu siendo enviado del Padre y del Hijo y aun así siendo Uno con ellos[5].
De esta manera lo resume el Catecismo en el numeral 253:
La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: “la Trinidad consubstancial”[6]. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: “El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza”[7]. Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina.
[1] Un dogma es una enseñanza oficial de la Iglesia, que todo fiel está obligado a creer. (Catecismo de la Iglesia Católica, 88)
[2] Esto pulveriza automáticamente las ideas “panteístas” de que Dios está en todos lados, y que por ende todas las cosas son Dios.
[3] Jn 10, 30
[4] Jn 13, 3 : 14, 23
[5] Jn 14, 16
[6] Concilio de Constantinopla II, año 553
[7] Concilio de Toledo XI, año 675
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