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Foto del escritorSteven Neira

¿Ciencia vs Religión?

Como estudiante – y futuro graduado ya, al fin – he tenido la oportunidad de conocer y entender tantos puntos de vista, opiniones y posturas de la gente, pero más aún, de los profesores, que a fin de cuentas son quienes influyen de una u otra manera en los estudiantes. Dentro del ámbito académico (aunque no sólo allí) se ha convertido en mala costumbre anunciar una especie de “pelea” entre la fe y la razón, entre la religión y la ciencia. En ese sentido, me ha tocado escuchar las más absurdas ridiculizaciones de la fe ante la ciencia, como reduciéndola a una especie de práctica mágica y supersticiosa. Sin embargo, Dios nos ha dado un entendimiento, para que podamos evitar estos errores, que es lo que aclararé a continuación.

ciencia vs biblia

¿CIENCIA Y RELIGIÓN SE CONTRADICEN?

“A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no podría negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero”[1]

Mucha gente está convencida de que debemos escuchar sólo lo que nos diga la ciencia y que la religión la contradice, por lo que no podemos confiar en ella. El problema aquí, es que “se asume” que lo que la ciencia enseña y lo que la religión enseña, verdaderamente se oponen una a otra, sin embargo la realidad no puede ser más distante.

TOMEMOS NOTA: La ciencia no puede jamás contradecir a Dios. ¿Por qué? Debido a que la ciencia es el estudio de la creación de Dios. Sean los seres humanos o el sistema solar, los científicos buscan entender el sistema químico o biológico que Dios, en Su poder y sabiduría, estableció. La Iglesia tiene un gran respeto por la razón humana y la ciencia debido a que puede conducirnos a muchas verdades que nos ayudan a explicar la creación de Dios. Pero es sencillamente absurdo tratar de poner a la ciencia contra la religión debido a que es imposible que se contradigan.

Ciencia y religión (o razón y fe) son tan sólo dos vías diferentes de conocer las mismas verdades. Ahora, debemos reconocer que existen ciertas verdades de fe que la ciencia y la razón no pueden conocer por sí mismas (la naturaleza de Jesús como verdadero Dios y verdadero Hombre, o el hecho de que Dios, en su esencia, es una Trinidad de Personas). Pero hay otras verdades (la existencia de Dios y los preceptos de la ley natural) que pueden ser conocidos por ambas fe y razón. A través de la ciencia y la razón humana podemos ver el mundo que nos rodea y descubrir que debe existir algo (o alguien) que causó todo lo que existe. A través de la fe, se nos revela que Dios creó el cielo y la tierra. La misma verdad está siendo afirmada aquí, pero nos llega en dos vías diferentes: a través de la razón ascendemos a la existencia de Dios a partir de lo que vemos a nuestro alrededor, y a través de la fe Dios desciende a nosotros, y nos revela la verdad de Su existencia.

OK… PERO, ¿Y LAS CONTRADICCIONES?

“Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición a la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios. (…)”[2]

Como lo dije antes, no puede haber contradicciones entre estas dos realidades. Si es que la hay, o las enseñanzas científicas están equivocadas o las enseñanzas religiosas están mal. No falta quien gusta de ojear el Libro del Génesis, que nos dice que Dios creó el mundo en seis días[3], para así poder decir que lo que conocemos hoy en día sobre el mundo a través de la ciencia, “contradice la enseñanza de la Biblia”. Pero el problema aquí es que el Génesis en ningún momento pretende explicarnos cómo se hizo el mundo. La intención de la Biblia NO es la de enseñarnos verdades científicas sobre el mundo, sino verdades religiosas sobre Dios, sobre nosotros mismos y sobre nuestra relación con Él y con la creación.

Es interesante porque hay uno que otro ateíllo[4]que gusta de proclamarse “libre” de la religión, haciéndonos ver a nosotros creyentes como “esclavos” de ocultismos, supersticiones y un largo etcétera, sin embargo la realidad es muy distinta. Hay muchos que en realidad no aceptan la religión por verse “libres” de los preceptos morales que nos exige la vida cristiana. Es decir, podríamos tranquilamente llegar a la conclusión de que existen personas que se dicen a sí mismas “ateas” por conveniencia más que por una opción real y sensata. Y ni para qué les cuento, cuando me salen con la teoría del Big Bang, para después aclararles que el impulsor de la teoría era monseñor (así es, era cura) Georges Lemaître…

POR EJEMPLO: Si quieres tener una “amante”, sería muy conveniente escuchar solamente a la ciencia, dado que la ciencia no tiene nada que decir con respecto a la moralidad del adulterio. Si quieres robarle a tu empleado o quedarte en casa un domingo de Misa, la ciencia no tiene mucho que decir tampoco. Ahora, no estoy diciendo que los científicos son adulteros ladrones que no van a Misa. (De hecho, muchos científicos y filósofos, son devotos creyentes de Dios.) Pero lo que digo es que utilizar a la ciencia o a la razón humana para desacreditar a la fe y a la religión  puede ser conveniente si ya de hecho se tiene un deseo de vivir de maneras contrarias a la religión.

CONCLUSIÓN

La mala práctica de ciertas personas de oponer sistemáticamente la razón a la fe o la ciencia a la religión, lo hacen por ignorancia o por malicia, pero en cualquiera de los dos casos, nosotros debemos tener muy clara la relación entre ambas realidades, que son complementarias, para el conocimiento de la verdad. Más aún, quisiera recomendarles tanto a quienes hacen esta “mala práctica” como a todo católico que quiera formarse a profundidad en este tema, que lean la Carta Encíclica Fides et Ratio de san Juan Pablo II, que lo trata con profundidad y sencillez.

“La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo.”[5]
 

[1] Concilio Vaticano I: DS, 3017

[2] Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 36, 2

[3] Génesis 1, 1-31

[4] Entiéndase aquí que me refiero a aquellas personas cuya postura “atea” descansa sencillamente en prejuicios e ignorancia más que en una opción libre y consciente. Es decir, hay ateos muy respetables que no entran en esta categoría despectiva.

[5] Carta Encíclica “Fides et Ratio” de San Juan Pablo II. Introducción.

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