Grandes y penosas han sido las crisis de la Iglesia a lo largo de la historia, y lejos estoy de catalogar la actual como “la peor”. Eso sería un juicio bastante adelantado, cuando todavía el Camino Sinodal y la creatividad pastoral de los obispos prometen más contenido. Sin embargo, me ha llamado la atención la última invención de Mons. Steve Lowe, obispo de Oakland en Nueva Zelanda, que en una misa en donde muchos recibieron su bautismo y su confirmación, decidió simular un palio colocándose chocolates “Snickers” alrededor del cuello… y no, no es un montaje, sin embargo, para la Traditionis Custodes del papa Francisco (contrario al deseo explícito de sus predecesores, particularmente del difunto Benedicto XVI) esta sería “la única expresión de la lex orandi del Rito Romano (cf. Traditionis Custodes, Art. 1).
Lamentablemente, episodios como éste hay por montones en las distintas diócesis alrededor del mundo. De hecho, yo siendo de Ecuador que es un país relativamente muy pequeño, y viviendo en Guayaquil, una ciudad pequeña también (2'698.077 habitantes), he podido presenciar gran cantidad de creatividades litúrgicas: absoluciones colectivas, desfiles en taparrabos, coreografías en medio de la homilía, la fórmula de consagración en quichua (en un lugar y contexto en el que absolutamente nadie habla esa lengua, además del sacerdote), y un sinnúmero de abusos litúrgicos que cada uno de los fieles debe soportar en nombre de los criterios pastorales más variopintos y arbitrarios.
No pretendo con esto entrar en el terreno de la idoneidad de la llamada “reforma litúrgica” del Concilio Vaticano II, que más allá de ser pública mi postura, no viene al caso ya. Sencillamente, me parece que hay que alentar más a los laicos a que se formen en liturgia y teología. Estamos en un tiempo en que cualquier laico con una seria intención de formarse, podrá tener un grado de formación mayor y un criterio más ortodoxo que la media de curas. Lo cual es penoso, pero a la vez necesario. Es necesario que los laicos aprendan a cortarle el paso a estos abusos, ya que hoy el criterio de la formación sacerdotal se ha volcado a una pastoral vacía, de manera que, muchos sacerdotes ya no se forman para deberse a Dios sino a la gente, particularmente en Latinoamérica, en donde la teología de la liberación se vale de una interpretación heterodoxa del evangelio, para justificar la pobreza litúrgica en el culto y la lucha de clases en las personas.
La verdad sea dicha, hoy en día los laicos tienen la obligación de formarse, para que al recibir el alimento espiritual, no les den gato por liebre.
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