Y otros no llegan ni a la etiqueta de "católico" por mucho que tengan el Nombre de Dios en la boca.
Aprovechando los ambientes electorales de Estados Unidos, aún hoy liderado por el catoliquísimo Joe Biden, quisiera apuntar justamente sobre la descarada incoherencia de muchos que por casualidad resultan ser además de maquiavélicos, bautizados católicos. Sobre esto, podemos traer a la memoria el último debate presidencial entre Donald Trump y Joe Biden el 27 de junio de 2024, en donde Biden prometió recuperar el "derecho" al aborto e incluso comparó los mal llamados derechos reproductivos con los derechos civiles. Pero bueno, gritar indignado que el actuar de Biden no es católico aunque diga serlo, es llover sobre mojado, sin embargo, no se me ocurrió ejemplo más actual y mundialmente conocido.
Es verdad que en la Iglesia de tiempos del papa Gregorio XVI, esto era una cosa impensable, y peor aún de un personaje público, ni qué decir en tiempos de san Pedro, el primer papa. Sin embargo, ya en aquellos tiempos había quienes al contemplar a estos personajes de público escándalo, en vez de increparles en nombre de la Verdad, decidían unírseles. La Iglesia, tanto al personaje público que pregonaba errores, como a sus seguidores, les colocaba un rótulo por igual: "Herejes" y automáticamente los excomulgaba de su seno hasta que se arrepientan y corrijan su torcido criterio. Pero hoy, tanto a los personajes públicos como a sus seguidores, no solo que los seguimos teniendo en la Iglesia, sino que son ensalzados y aplaudidos, incluso por el mismísimo papa que es increíblemente sucesor del mismo san Pedro y el mismo Gregorio XVI antes mencionados.
¿Qué le queda al laico de a pie que pareciera ser un mero espectador, que lee estas noticias por las redes y le toca tomar partido cuando vota? Pues lo que los grandes santos nos han enseñado a hacer siempre -aunque ofenda las sensibilidades de ciertos eclesiásticos hoy-: proselitismo. Y esto, no solo con el tema aborto, que para muchos católicos pareciera ser el único tema a discernir. La ignorancia de la Doctrina Social de la Iglesia sobre los grandes temas sociales, políticos y económicos, es lo que lleva a muchos católicos a convertirse en megáfonos repetidores del activista provida del momento, cuando el discernimiento y juicio de una propuesta política requiere mucho más que solo saber repetir información hecha slogan a favor de la vida y la familia. De hecho, siempre encontraremos al católico que estaría muy en paz con Dios y la patria, votando por un candidato provida, aunque éste amenace la propiedad privada y sostenga ideas que bordean la ingeniería social. Ni qué decir, del candidato que dice ser católico, pero no nos termina de decir, que es católico de un catolicismo sesentero posconciliar, con aires de progreso libertario y moral flexible.
Necesitamos de católicos que además sean políticos, y tampoco quisiera caer en romanticismos y llamarlo una "vocación", porque no lo es. La vocación es un llamado particular que hace Dios para toda la vida... la política es una función social que se orienta al bien común. No se da la vida por la política, se da la vida por Dios y su Reino, lamentablemente quienes fungen hoy de "políticos católicos" dan la vida por la democracia, aunque tengan que arriesgar el Reino.
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